Atenantitlán, Tenantitlán o simplemente Tenanitla, como cariñosamente se le ha denominado siempre, no es sino el famosísimo y nunca bien ponderado “pueblo de San Ángel, cuyo significado es: “junto a la muralla de piedras” o “junto a las piedras grandes”, seguramente por su cercanía con el pedregal.
Este bello rincón colonial de la muy noble y leal ciudad de México carecía prácticamente de importancia antes de la conquista y sólo empieza a ser reconocido durante la colonia, cuando Hernán Cortés bautiza al indio Iztolinque como “don Juan el de Coyoacán” y le regala los terrenos correspondientes al lugar que nos ocupa.
Poco a poco se fueron construyendo villas que casi siempre eran de veraneo, ya que el viaje desde la ciudad era largo y fatigoso, cosa que lo hacía por demás interesante y de gran emoción pero, por ello mismo, no fue frecuente.
En el centro de San Ángel, a un costado de la casa del Risco, que fuera propiedad nada menos que de don Isidro Fabela, se encuentra todavía la residencia del obispo Lamadrid, a quien le tocó en suerte realizar en su tiempo la obra de construcción del pequeño y nada suntuoso Convento de San Jacinto, anterior al del Carmen y posterior al de San Juan Bautista de Coyoacán.
Buscando afanosamente en el rincón de mis recuerdos (crecí en ese bello lugar), descubrí que San Ángel cuenta con muchos sitios llenos de misterios y leyendas: la casa de los condes de Oplaca o “casa blanca”, la del mayorazgo de Fagoaga, ubicada en la “auténtica” calle de la Amargura; la ya mencionada casa del Risco, lugar de verbena semanal, debido a que cada ocho días se lleva a cabo el famoso “bazar del sábado”, donde se reúnen los más connotados artistas y artesanos de México, para vender sus obras de gran labor y belleza; la ex hacienda de Goycoechea, que hoy es el conocido restaurante San Ángel Inn; El Zacatito donde, según me cuentan, bajaban los arrieros y dejaban amarradas sus recuas de mulas y burros; la casa del Árbol, en el cruce entre Hidalgo y Juárez, frente a la también famosa casa de los Licenciados, que cuenta en la entrada con un siempre bien cuidado jardín y, en esa misma esquina, una majestuosa residencia que en alguna época fue el manicomio adonde las familias adineradas acostumbraban enviar hasta su recuperación a los parientes que tenías algún padecimiento (mientras que a sus amistades les decían que andaban por Europa...); la casa de la Dinamita; la de la Muerte; la de los Delfines, ignoro por qué; la de los Espantos, en la esquina formada por las calles Insurgentes y Avenida de La Paz, que por muchos años estuvo abandonada y actualmente alberga al Sanborns y La Carreta; en fin, un sinnúmero de edificaciones de una gran prestancia y tradición.
El Convento de San Jacinto fue construido pro la orden de los dominicos, quienes veneraban al Santo Angelo, mismo que desde entonces da nombre a la localidad. Tiempo después –nadie sabe cuando- se le cambia la advocación a San Jacinto y la gente del pueblo decide llamar a aquel lugar San Jacinto Tenanitla. Más adelante se construye muy cerca el Convento del Carmen, por la orden de los carmelitas descalzos. Cuentan que al ser terminado, un dama de la localidad, entusiasta benefactora de la edificación del mencionado convento, ardía en deseos de conocer por dentro el flamante lugar, pero no contaba con que en los reglamentos se estipulaba categóricamente que “nunca una mujer podría poner sus pies en el suelo de un desierto” (nombre que recibían los conventos en aquella época), hasta que a uno de los frailes se le ocurrió la peregrina idea de construir un palanquín y sobre él transportar a la dama, con lo cual se cumplió al pie de la letra lo establecido por el estatuto conventual.
Con el correr de los años, este recinto llegó a ser célebre, entre otras cosas por su huerta, generosamente irrigada por el río de la Magdalena, que baja de Contreras desde lo que hoy conocemos como los Dinamos, con sus dos bellas cascadas: Loreto y Tizapan, donde crecían todos los frutos imaginables que en ellas se sembraran.
En San Ángel se celebra anualmente y desde tiempos remotos la Feria de las Flores, cada mes de marzo, con la invariable participación de los mejores floristas de México. En la actualidad ya no se lleva a cabo en el jardín y plaza de San Jacinto, sino en el antiguo parque de la Bombilla donde se encuentra el monumento a Obregón. Recuerdo que siempre ganaban las orquídeas del señor Matsumoto, un verdadero agasajo para los ojos de quienes tenían el placer de contemplarlas. Lamentablemente, con el tiempo esa bella tradición ha desaparecido y con ella la regia forma de clausurarla, que era el impactante “jueves de las amapolas”: desde lo alto del coro de la iglesia del Convento del Carmen, dejaban caer un sinfín de pétalos de amapolas que, con sus más diversos colores, semejaban una cascada multicolor interminable. Para regocijo de las personas enamoradas del lugar, algunas tradiciones han resurgido y esta vez espero que para no desaparecer jamás.
En la misma plaza de San Jacinto existe una placa conmemorativa dedicada al heroico Batallón de San Patricio, un grupo de irlandeses que vino a luchar junto a los estadounidenses y en contra de los mexicanos: pero acabaron combatiendo a los “gringos” al comprender y simpatizar con la justa causa de nuestro pueblo. Fueron capturados y ejecutados allí. Asimismo, se habla de una memorable batalla librada en esos lares que fueron férreamente defendidos por el general Frontera –a quien se le dedicó una calle en esta villa--, mientras que en una loma cercana, ese extraño personaje que fue don Antonio López de Santa Anna contemplaba la escena sin intentar siquiera intervenir.
San Ángel ha sido repetidamente utilizado como set cinematográfico y en él se han filmado toda clase de películas, en las que han participado desde simples extras hasta las más grandes glorias del cine nacional: Pedro Infante, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, Sara García, Silvia Pinal, los hermanos Soler, Joaquín Pardave, Mauricio Garcés, Enrique Rocha, María Félix y otros.
Todo en San Ángel invita al ensueño del redescubrimiento, ya que existen bucólicos rincones de gran belleza colonial, así como atracciones de todo tipo: las momias del interior del Convento del Carmen, la Ermita del Secreto en la calle del mismo nombre, los vistosos puentes que aún quedan en la que fuera calle del Río Magdalena, así como hermosas plazoletas y jardines con fuentes y flores multicolores.
En aquella época de mi niñez y juventud, en un radio de tres cuadras a la redonda encontrábamos de todo; desde ropa y artículos para bebé hasta funerarias con panteón; también mercados, escuelas, fábricas de papel, estaciones de tranvía, la famosa tienda de abarrotes llamada La Camelia (en la actualidad es un concurrido restaurante de mariscos), sitios de taxi, además de tianguis y fondas.
Había también varia salas de exhibición cinematográfica que creo ya no existen, excepto el vetusto inmueble que alguna vez albergara al siempre bien recordado cine Ideal (o “Piojito” o “Cinco Letras”, si es que usted lo conoció y pudo disfrutar de las grandiosas producciones que allí se pasaron). Y qué decir de los billares, en los que todos los compañeros de la Prepa conocimos los increíbles secretos del denominado “juego de príncipes”.
No puedo dejar de nombrar a don Crispín, último sobreviviente de los boleros de antes, quien desde hace 55 años cumple fielmente con su diaria labor. Con mucho orgullo dice quien lo inquiere que “sólo desea seguir sirviendo a los parroquianos, un poquito más”.
BUENO, PERO ¿Y DONDE ESTA SAN ANGEL?
Obviamente, quienes fundaron el pueblo veneraban al santo Ángelo. Incluso en un papel explicativo obtenido en la oficina de la iglesia se lee que fue dedicada a ese mártir. Pero, ¿quién fue?, ¿dónde se le veneró?, ¿dónde se encuentra actualmente?
Acudí en primera instancia a la iglesia de San Jacinto, donde supuse que podría obtener alguna información al respecto; más tarde seguí mi búsqueda en la biblioteca. Solamente encontré que se celebra el 10de octubre y que es, al parecer, “uno de los 318 mártires de Colonia” o “uno de los franciscanos mártires de Ceuta”. Según elMás antiguo calendario de Galvány elGran diccionario enciclopédico visual, San Ángel fue un religioso carmelita, mártir en Sicilia (1185-1220). He continuado mi labor de búsqueda sin que hasta el momento haya podido dar con sus antecedentes de forma fidedigna.
Así, San Ángel es un curioso lugar en el que nadie sabe adónde fue a parar el santo que le da su nombre. Es sorprendente cómo se ha perdido en el tiempo lo que representó, y resulta triste constatar que se ha borrado de la memoria de su comunidad sin dejar ni la más pequeña impresión de su paso por la villa.
Como podemos observar, esta pequeña porción de la ciudad de México está llena de recuerdos, anécdotas y vivencias que han marcado con su huella indeleble lo más profundo de nuestro ser. Las más nostálgicas y añorables experiencias de mi vida se centran en este maravilloso lugar, por lo que puedo decir sin temor a equivocarme, que San Ángel es mucho más que un nombre: es un remanso de alegría en el agitado y turbulento río que nos arrastra en la vorágine interminable de la vida actual.
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