domingo, 10 de agosto de 2008
VIAJANDO POR TULUM
Tulum puede ser su base para conocer un sinfín de sitios arqueológicos y parques naturales en la región. No importa la edad, siempre se puede aprender algo y una importante puede ser viajar y disfrutar la soledad, conocernos a nosotros mismos y consentirnos. Bucear en las hermosas aguas cristalinas de la Riviera Maya y bucear en las profundidades de nuestros sentimientos, de nuestros pensamientos y descubrir la riqueza interna que somos capaces de generar.
Este verano elegí uno de los lugares más hermosos del planeta, y lo hice para enfrentar esa nostalgia que da cuando se viaja solo. Cualquier sentimiento de soledad se esfumó con el portentoso chocar de las olas y aprendí que en realidad nunca se está solo. Lo importante es la actitud y hacer tuyo el lugar donde estás. Saber estar ahí... sólo ahí y no en otro lugar. Ahora se que la gente está donde quiere estar. Además se que mi fortaleza que viene del mar.
Hay dos cosas que no me gusta hacer a solas, una es ir el fútbol y la otra viajar. Y no porque me provoque tristeza, al contrario. Sino porque son dos actividades cargas de emociones y me gusta compartirlas. Gritar con alguien un gol, al igual que comentar si el mole está delicioso o si la luna se ve esplendorosa sobre el mar es como un requisito para el disfrute total. Pero no siempre se puede estar acompañado, por la razón que sea, así que escribo estas líneas para compartir la experiencia de este viaje a uno de los mejores lugares del mundo: las playas de Tulum.
El buen ánimo se apoderó de mí al sentir el calorcito, justo bajando del avión. La ciudad actual de Tulum está localizada al sur de Cancún, co¬mo a una hora y media, y a 40 minutos de Playa del Carmen. Las ruinas están a pocos kilómetros antes. En el aeropuerto de Cancún renté un Jeep para irme directo a Tulum, ya que haciendo cuentas, me saldría más barato que tomar taxis y me daría la libertad de ir a otros lugares de la Riviera Maya, si así lo deseaba. En 40 minutos ya estaba en la pequeña ciudad de Tulum, donde hay uno que otro supermercado, estación de gasolina y lo más importante, en el primer semáforo a la izquierda, está el camino al paraíso.
No fue nada difícil encontrar el hotel que había reservado por Internet, Azulik. Desde que pones un pie fuera del auto, tocas la arena, incluso en el estacionamiento. A unos cuantos pasos estaba la recepción, una palapa fresca y solitaria, no como en los grandes hoteles donde es un ir y venir constante. Ahí comencé a relajarme. La bienvenida fue rápida y cálida. Me explicaron que tenía la posibilidad de deambular día y noche por todo el conjunto, que es un corredor entre la selva y el mar, son tres eco hoteles juntos y un spa. Y lo explico así porque más bien es un conjunto de cabañas con identidad propia, que más tarde comprobé. Me condujeron a mi cabaña frente al mar. ¡Espectacular! Lo primero que hice fue abrir la puerta de la terraza. Ahí estaba yo de pie y de cara a ese mar incomparable. Las olas reventaban en los pilares de mi cabaña con gran fuerza, al igual que el viento se agolpaba en mi cara llenándome de una extraña combinación de energía y tranquilidad. Apenas oía las indicaciones del chico que me ayudó con mis cosas. Por fin pude conectarme de nuevo y le escuché decir que no había luz ni teléfono, que si necesitaba algo, pusiera afuera una banderita roja, que me señaló. Ellos la verían (en Azulik no hay restaurante, pero el servicio a la habitación es sobresaliente). Le pregunté dónde podría entonces recargar la computadora portátil y el celular y me dijo que podía hacerlo en la recepción. Respiré una gran bocanada de aire, aunque tal vez ese sea mi próximo reto, ir solo y sin laptop, sin celular y hasta sin reloj...
Ya he estado en otras ocasiones por estas latitudes de la Riviera Maya, pero nunca hospedado en Tulum. Fue una sorpresa saber que podía disfrutar de estas playas con tanta historia, ya que muy cerca está la zona arqueológica, conocida en todo el mundo por su bien conservada muralla. Quizás el edificio más famoso es el Castillo, justo frente al mar; se cree que los mayas lo usaban como faro para embarcaciones que venían desde Cozumel. Otro digno de admirar es el Templo del Dios Descendente con figuras talladas en la fachada y murales en el interior. Al norte del Castillo se pueden visitar varias pequeñas estructuras llamadas Grupo Kukulcán, uno de los más importantes es el Templo del Dios del Viento, con base redonda. En fin, se ha hablado tanto de este mágico lugar donde se dice el sol toca primero la tierra, de la fuerza del mar chocando en el acantilado y de sus misteriosas construcciones, la mágica sensación de sentir que se recarga uno a cada lugar que se va, que se detiene uno a admirar el paisaje, las sorprendentes zonas arqueológicas, cargadas de un misticismo increíble. Todo esto lo golpea a uno en los cimientos, se contagia uno los elementos tierra, aire, agua, fuego y el quinto elemento; el vacio, el vacio interior. Aquí es no solo un lugar turístico más, yo diría es él lugar, así como la vieja ciudad de Jerusalem es mayor centro de energía, aquí también es uno de los más importantes. Pero lo mejor es vivirlo y percibir la energía que parece provenir de la fuerza de un mar caribeño lleno de misticismo, de éxtasis, de contemplación dejando volar la imaginación para ver a sus antiguos habitantes indígenas contándole las crónicas de sus códices mayas a Fray Diego de Landa y que pareciera circular desde hace siglos por las paredes de cada uno de los edificios.
La experiencia en uno de estos sencillos y perfectos complejos es inigualable. Durante el día, el luminoso sol invade toda la cabaña que tiene ventanales de piso a techo con vista al mar; de noche, la calidez e intimidad de las velas te invita a la meditación, a escuchar, a ver, durante horas, como nunca lo ha hecho. Estaba ahí, en el escenario romántico perfecto sin compañía. Así que aproveche el lugar el momento para darle rienda suelta a la imaginación y la creatividad y empezar el bosquejo de una nueva novela. Tras de escribir las primeras diez cuartillas me dispuse a bañarme en la tina de la terraza que parece estar suspendida entre los riscos, con la luna llena iluminando ese mar, acompañándome una buena copa de vino, fue una experiencia casi sublime. ¿Qué más podría necesitar con esa complacencia total y absoluta de la naturaleza? Una mujer…
Inicié el siguiente día con un poco de jogging en la playa, después caminé un poco para conocer los demás hoteles que están en este lugar privilegiado. El tramo de playa de dos kilómetros aproximadamente, tiene otros cuantos hoteles, También del mismo estilo, de cabañas y frescas palapas y todos muy ecológicos.
Después de nadar, tomar el sol un rato y almorzar, decidí darme una vuelta por Playa del Carmen, que está a unos 40 minutos. Este lugar ha atraído a muchos pintores, músicos, bailarines y poetas, por eso es el escenario favorito para quien busca diversión y nuevas cosas que ver. A lo largo de sus calles peatonales cercadas por tiendas de artesanías, se esconde una pequeña muestra de la creatividad internacional y mexicana. En la famosa Quinta Avenida hay un sinnúmero de restaurantes, al igual que a la orilla de la playa. Por cierto, me comentaron que esta ciudad reporta uno de los crecimientos más acelerados del mundo. Desde aquí se puede programar un viaje por ferry a Cozumel, la isla más grande de México y reconocida sede internacional de buceo.
Qué más puedes visitar; está el parque ecológico Aktun Chen, una reserva de creación reciente que tiene una extensión de 400 hectáreas en el que abunda el chicozapote o zapota, zapotillo, mamey-zapote, nisperillo, níspero de Nicaragua, sapota o zapo. Ocasionalmente se pueden ob¬servar algunos mamíferos silvestres como el venado cola blan-ca, el mono araña, el tejón, el jabalí y algunos pájaros propios de la selva tropical. Está a 107 km de Cancún y a 16 deTulum, sobre la misma carretera 307. Xel-Há se localiza en el corazón de la Riviera Maya, en el kilómetro 240 de la carretera a Chetumal, a 122 km ai sur de Cancún. Desde Tulum, el parque está a tan sólo 13 km.
Estuve recorriendo muy entretenido en las tiendas y comprando algunas palayeras, unas sandalias que me gustaron y collares para mis amigas. Luego me estacioné en un restaurante en la playa, donde tomé un par de copas mientras veía gente de todas las nacionalidades disfrutar de este destino. De regreso al hotel, un poco cansado, así que un masaje en el Maya Spa, era lo más apropiado lo cual me cayó de perlas. Me recibieron y la terapeuta llegó como un ángel, con una gran sonrisa me condujo a una palapa con un enorme pabellón apartada entre la selva. Así, entre velas, recibí el masaje más rico de toda mi vida (incluso mejor que los que tomé en la mismísima Tailandia). El sol ya había caído cuando salí del spa como un residenciado y caminé en el sendero de arena que une a Azulik con el maya, es un trayecto muy disfrutable, sobre todo de noche. Estaba tan relajado llegué a mi cabaña, dormí como nunca.
Una vez recargada la energía, el día siguiente me la pasé en la playa, donde hice algunas amistades interesantes. Comí con ellos en el restaurante de Cabañas Copal y luego nos apuntamos para el temazcal, donde intentamos ponernos en "equilibrio con el universo". No sé exactamente si me acerqué siquiera a lo que nos proponía el chamán, pero sí puedo decir que al salir de ahí, estuve en mi terraza observando el mar al menos una hora sin mover ni un dedo, en un estado de completa relajación, sin necesitar nada más. Después saqué la banderita roja, pedí de cenar, y mientras llegaba, como un ritual, me bañé en la tina interior con vista al mar y dispuse con especial cuidado la mesa, una forma de auto consentimiento que me hizo muy feliz. Ya era hora de que me vaya despidiendo de este mar y de esa luna hermosa. Me siento satisfecho de saber que todo fluyó, fácilmente y logré encontrar vetas creativas para escribir más historias y disfrutar mi soledad envuelta del mágico embrujo de Tulum.
sábado, 9 de agosto de 2008
LA RIVERA MAYA.
YUCATAN
Erigida sobre las ruinas de una antigua ciudad maya llamada T'ho y considerada el centro del univer¬so en su cosmolo¬gía. Cuenta la leyenda que, en una época sin memoria, habitaba en el reino de las aves de la tierra maya un pájaro de plumaje brillante y colorido llamado Toh. Sin embargo, su fama lo volvió tan orgulloso como holgazán, por eso pasaba el día descansando en la selva, contando historias y enviando a otros pájaros a conseguirle alimento.
Un día, una gran tormenta amenazó la selva y todos los pájaros trabajaron unidos para superarla. Claro que el aristócrata Toh no quiso apoyarlos, y se escondió dentro de un cenote, dejando su cola afuera sin notarlo. Las aves iban y venían, cargando alimento y ramas para su refugio, pisando en ocasiones la cola del Toh. Cuando al fin pasó la tormenta y el Toh regresó con el resto a bien venir el sol, ubicándose en el sitio más alto para denotar su belleza, todos los pájaros comenzaron a reír de las dos largas varas desnudas que ahora tenía como cola. El Toh no soportó la humillación y se alejó; se internó en lo más profundo de la selva y habitó en los cenotes -1 para evitar a las otras aves desde entonces.
La tarde sucumbía ante la penumbra que antecede a la noche, el místico lugar rodeado de inmensas estalactitas y guarecido por enormes Ceibas - La Ceiba era considerado un árbol sagrado, según la cosmovisión de estos pueblos indígenas, La Ceiba o Yaaxché, como le llaman en el idioma maya, el universo está estructurado de tres planos, los cuales se comunican a través de la Ceiba sagrada - y árboles de Ramón, que los mayas lo útilizaban para alimentarse de su fruto una especie de nuez. No fue sino tras un mínimo instante que el cielo se cubrió de aves tornasolada llegando de la nada con insectos en el pico, abalanzándose al interior del cenote. Éste era el pájaro' regalaba un estampa perenne en aquella primera visita al estado de Yucatán, la insignia de un destino atiborrado de presupuestos, aunque mucho más abundante de lo que se suele ceder.
Merida en domingo
La muy noble y leal ciudad de Mérida es el epicentro de un estado donde las cosas cambian rápido y, simultáneamente, no lo hacen en lo absoluto. Puerta de entrada y base de descubrimiento excepcional, una fiesta continua se vive en las calles de su centro histórico.
Más allá de las bellas mansiones y museos que los Paseos Montejo y Colón presentan al visitante, están los secretos ocultos de su plaza principal. Las historias de sus cafeterías. De los túneles cavados por feligreses para que las monjas reclusas en uno y otro monasterio de la ciudad pudiesen andar de ida y vuelta a la catedral sin interactuar. El arte de sus guayaberas hechas casi con tantas piezas como estados en nuestra república mexicana. Cada una cumple su función, pero en su conjunto otorgan la experiencia más adecuada para dichas latitudes.
Mérida es tardes paseando en la plaza, comiendo una y otra cosa. Un helado de coco o una marquesita de queso de bola antes de sentarse en su restaurante Los Almendros a ver pasar el tiempo y deleitarse con sus tradiciones. Igual es casa de expatriados como de poetas, de arqueólogos subacuáticos e inmigrantes in¬dígenas. A todos nos acoge con sus casonas ensanchadas y sus calles estrechas y pedregosas. A todos, sin distinción, está tierra nos toca el corazón.
La urbe se reconoce fundada en 1542 por Francisco de Montejo sobre los restos de la que fue una orgullosa metrópoli conocida como T'ho. Los antiguos mayas la llamaron así, "El Sitio del Quinto Punto", por considerarla en su cosmología el centro mismo del universo. Allí, en el lugar donde las cuatro direcciones cardinales convergían, ahora lo hace el fecundo capitalismo. Donde se erigieran grandes templos mayas y palacios coloniales, hoy día toman su lugar restaurantes de comida internacional, hoteles y tiendas con productos de la región para no dejar de bien venir a propios y extraños a la Ciudad Blanca, un título que tanto trabajo le cuesta mantener a la cuadrilla de barrenderos que dedica la noche entera para consagrarlo.
Pueblos mágicos
A mitad de camino entre Mérida y Cancún se encuentra Valladolid, una de las joyas coloniales del estado. Inicialmente fue la ciudad maya de Zací, desarrollada alrededor del cenote homónimo, donde se llevaban a cabo importantes ceremonias mayas y hoy los jóvenes practican clavados como sus semejantes en La Quebrada acapulqueña. Pero en 1543 fue atacada por Francisco de Montejo y gobernada varios años después por su joven e inculto sobrino, quien encontró una reacia y orgullosa población maya. Por ello mandó edificar imponentes iglesias y conventos entre suntuosas calles empedradas y jardines, y así buscar la aceptación a través de la imposición.
El poblado de Valladolid es uno de los más orgu¬llosos del estado. Con magníficos monasterios, catedrales y ba¬rrios coloniales, .pero sobretodo e! recuerdo del pasado maya que aún vive entre sus calles y mercados. Además de una agradable comida uno puede descubrir sitios espectaculares como la iglesia de San Bernardino de Siena, erigida sobre un templo maya, y la catedral de San Gervasio, que ahora está rodeada de jardines y calles repletas de mercados de flores y artesanías. Claro que como el espíritu maya nunca decreció, aun cuando el joven Pizarra buscase sustituir instituciones dio paso a la confabulación de la "Guerra de las Castas" que restituyó el orgullo indígena en la región. Por ello, Valladolid es una experiencia única de encuentro con un pasado que afortunadamente no ha terminado de pasar.
De estos pueblo mágicos que dan a Yucatán sus historias particulares hay otro que siempre quise visitar. Allí, donde se encuentran los caminos, está Izamal, el pueblo de los sobrenombres. Y me refiero así de esta hermosa locación milenaria ya que es conocida como La Ciudad Amarilla por sus casonas y conventos de tal color, o también como El Pueblo de los Artistas por la gran cantidad de artistas expatriados, talleres y tenderos con artesanías regionales. No puedo dejar de mencionar que es conocida también como La Ciudad de las Tres Culturas, por la convergencia entre mayas, mestizos y españoles que se dio allí de manera casi armónica, y hasta como La Ciudad en las Colinas por inspiración maya, aunque la península dista mucho de tener siquiera un montículo lo suficientemente alto como para llamarle colina. Lo cierto es que, sin importar el título que ostente, la experiencia fue total y satisfactoria para cada predisposición.
Resulta agradable un paseo en calandria al igual que la visita del Convento de San Antonio de Padua, un sitio tan inmaculado que ameritó una visita papal en el año de 1983. También hallé diversas ruinas de templos mayas esparcidas en la localidad, y algunas de ellas como Kinich Kakmó aún denotan el esplendor arquitectónico de los habitantes originarios de la región.
Recuerdos del pasado
El primer sitio arqueológico de Yucatán que debe ser visitado es Chichén Itzá, epicentro del gran tablero maya de ciudades-estado sobre toda la península. Chichén ítzá es el recinto arqueo¬lógico más carac¬terístico y enig¬mático de México, un espacio sacro destinado a propi¬ciar la relación entre los dioses, la naturaleza y sus habitantes. Durante los equinoccios, las sombras que proyecta la estructura geométrica en la escalinata norte del templo de Kukulcán, en Chichén Itzá, hacen el efecto de una serpiente ondulante.
Otro sitio arqueológico glorioso es Uxmal. Que es parte de la llamada Ruta Puuc. Ésta es una sucesión de ciudades como Kabah, Labná Sayil y otras más que pueden visitarse en uno o dos días. Sin embargo Uxmal, la "tres veces construida", es uno de los sitio más bellos del país. Llegó a ser capital durante el Clásico tardío, pues albergó a más de 25 mil habitantes, y denota la maestría decorativa que alcanzaron los mayas antes de su declive. Su estructura predilecta es La Pirámide del Mago y de acuerdo con la leyenda, el templo de 35 metros de altura fue construido en una sola noche por los chaneques. El gobernante de Uxmal tomó la leyenda como un reto, y se dedicó a erigir edificios en torno para rivalizar con su belleza. Uno de ellos es la Gran Pirámide, culminada con el templo de los pe¬ricos y el trono del dios de la lluvia Chac. De su cima se aprecian las más hermosas vistas de la ciudad sumergida en el verdor de la selva, con plazas y palacios como el del Gobernador, construido en tres etapas desde el 1000 a.c, que es considerado el más fino ejemplo arquitectónico de las culturas prehispánicas en todo Mesoamérica.
jueves, 12 de junio de 2008
El Castillo de Chapultepec
Castillo de Chapultepec
Por Yohai
Desde niño tengo recuerdos placenteros de este lugar. Las visitas escolares, al menos una vez por año, la maestra Susana tratando de controlarnos mientras intenta explicarnos por qué Chapultepec ha sido un siempre un sitio crucial para la historia mexicana. Desde tiempos precolombinos existían en este bosque algunos santuarios y era el lugar de descanso de los Emperadores Aztecas, pueblo para el que tenía además una importancia mágica, pues consideraban que había dos entradas al inframundo; una en la ciudad de Mitla, Oaxaca y otra en una caverna del Cerro de Chapulín o Chapultepec que actualmente se encuentra un poco escondida, pero es posible observarla en el costado sureste del cerro. Los manantiales de la zona abastecían de agua a la populosa Tenochtitlan, capital del Imperio Azteca, durante esos años y posteriormente, en la época virreinal.
¡Haber niños, pongan atención!... recuerdo como si fuera ayer la voz tiplosa de la maestra Susana, que trataba de hacerse escuchar desde su diminuta figura. “El topónimo de Chapultepec, procede del idioma náhuatl chapul –saltamontes– y tepe (tl) –cerro o montaña–: en el cerro del chapulín. Así surgió mi gusto por la historia y en especial la de Chapultepec, esta explicación me quedó grabada de por vida, el trabajo que entregué en la escuela decía: “Este cerro tiene una formación geológica muy antigua, de origen volcánico, que sirvió de asentamiento a numerosos pueblos, desde los teotihuacanos hasta los mexicas. Estos últimos, según su historia de la peregrinación, después de salvar numerosos episodios contra los señores de Azcapotzalco, lograron fundar la ciudad de Tenochtitlán en el año 2 casa (1325 d. C.)”
Durante el reinado de Moctezuma I (1440-1469 d.C.) se mandó construir el acueducto para conducir el agua desde Chapultepec hasta México-Tenochtitlán. El responsable de la gigantesca obra hidráulica fue Netzahualcóyotl, señor de Texcoco, quien al no cobrar por su trabajo, obtuvo como premio el permiso de habitar en Chapultepec. Las crónicas nos informan que a él se debieron la siembra y el cuidado de los más viejos ahuehuetes. Chapultepec se transformó en un lugar sagrado donde reinaban Tláloc y Chalchicuahtlicue, ambos dioses del agua, el primero del agua de lluvia y la última del agua que corre por los ríos, tomando la forma de una serpiente con hermosas plumas de quetzal.
Con la llegada de Hernán Cortés a México, se dispuso la tala de los árboles cercanos a los manantiales para que no contaminaran con sus hojas el agua de las albercas, que eran los baños privados de los Emperadores Aztecas. Con estas medidas el bosque comenzó a perder porciones de su espeso follaje.
Desde la época más remota hasta nuestros días, la arquitectura ha prosperado siempre en estrecha relación con el poder político y económico. Bastarían sólo algunos ejemplos para percatarse de que podemos descubrir a través de los edificios, una historia del poder en las diversas sociedades humanas.
Durante el periodo virreinal, el bosque de Chapultepec fue apreciado como un lugar de descanso y esparcimiento, para lo cual, en 1780 el Conde de Gálvez como virrey de la Nueva España inició la construcción de una residencia en la base del cerro de Chapultepec, justo sobre los cimientos de lo que fuera residencia de Moctezuma II Xocoyotzin. El palacio dio albergue a numerosos virreyes y visitantes distinguidos. Sin embargo, la explosión de un polvorín causó serios destrozos en el edificio y llevó a tomar la decisión de que el nuevo palacio se construyera en la cima del cerro, justo en el lugar que ocupaba una antigua ermita dedicada al arcángel Miguel. Los trabajos se iniciaron el 16 de agosto de 1785, cuando gobernaba la Nueva España el virrey Bernardo de Gálvez.
A pesar de que la construcción marchaba con rapidez, el proyecto contaba con varios enemigos que le acusaban de construir una gran fortaleza para desde ahí desconocer al gobierno de España. Así La Corona española ordenó suspender los trabajos y subastar la obra. Afortunadamente no hubo quien se interesara por el edificio. En 1792 el virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla, segundo conde de Revillagigedo, lo destinó para Archivo General del Reino de la Nueva España. Más tarde Alexander von Humboldt llegó a la capital de la Nueva España en 1803 y visitó, entre otros sitios, el cerro y el Alcázar de Chapultepec. En su libro titulado Ensayo político del Reino de la Nueva España condenó el vandalismo de los ministros de la Real Hacienda, que en nombre de la economía empezaron a vender en subasta los vidrios, las puertas y las ventanas del edificio. Finalmente el Ayuntamiento de la Ciudad de México lo adquirió en 1806, gracias a lo cual bosque y palacio se salvaron, el edificio estuvo abandonado y así continuó hasta 1833, año en el que se decretó que fuera sede del Colegio Militar. Fue hasta entonces que se le comenzó a conocer como “Castillo”, aunque no fue sino hasta 1844, tras hacerle varias adaptaciones y erigir en la parte más alta del cerro el “Caballero Alto” o “Torreón”, que el edificio comenzó a funcionar como Colegio.
Durante la invasión estadounidense de 1847, fue uno de los últimos baluartes que resistieron en la Ciudad de México. Fue en el mes de septiembre, durante los días 12 y 13, que el Castillo fue bombardeado por el ejército estadounidense, causándole serios destrozos. Los invasores arriban a Chapultepec, la plaza fue defendida por el Batallón de San Blas, al mando del General Bravo, el Coronel Xicoténcatl y cadetes del Colegio Militar. Estos últimos murieron después de la intensa resistencia presentada el 13 de septiembre de 1847. Por último, los defensores de las garitas no pudieron evitar que los americanos se apoderaran de la capital al día siguiente.
Como resultado de esta guerra, a las pérdidas humanas, México hubo de sumar el quebranto de más de la mitad de su territorio: Texas, Arizona, Nuevo México y la Alta California. En el bosque de Chapultepec de la ciudad de México se encuentra el monumento que inmortaliza a los Niños Héroes, quienes ofrendaron sus vidas defendiendo al país en contra la invasión norteamericana.
Habrían de pasar más de 20 años para que el edificio lograra funcionar permanentemente como centro de enseñanza castrense. Durante el gobierno del presidente Miguel Miramón (1859-1860), quien fue ex alumno del Colegio Militar y sobreviviente de la batalla de Chapultepec durante la intervención norteamericana, se construyeron algunos cuartos en el segundo piso del Alcázar. No obstante, esa sección adquirió su fisonomía actual a partir de 1864, cuando Maximiliano y Carlota llegaron a gobernar el país y decidieron establecer allí su residencia imperial cautivados por las hermosas vistas del Valle de México que se aprecian desde el lugar, así embelleció el castillo con la adición de jardines y una sofisticada decoración interior, además comunicó el Castillo de Chapultepec con el Centro Histórico, mediante la construcción de un boulevard al estilo de los construidos en París, el actualmente famoso Paseo de la Reforma.
Para lograr su propósito convocaron a varios arquitectos austriacos, franceses, belgas y mexicanos, como Julius Hofmann, E. Suban, Carl Kaiser, Carlos Schaffer, Eleuterio Méndez y Ramón Rodríguez Arangoity. Ellos realizaron numerosos proyectos arquitectónicos con el fin de hacer habitable ese hermoso espacio.
El jardín aéreo estuvo a cargo del botánico de origen austriaco Wilhelm Knechtel aunque, según Carlota, “se debió más a la mano de Max”. En tanto las obras avanzaban con rapidez, comenzaban a llegar de Europa muebles, pianos, tibores, vajillas de porcelana y de plata Christofle, óleos con los retratos de la pareja imperial, tapices, relojes de mesa, mantelería, cristalería, en fin, todo lo necesario para hacer del Alcázar un verdadero palacio. A la caída del imperio en 1867, el edificio quedó en el abandono hasta 1872.
Casi 10 años después (1876) se decretó establecer en Chapultepec el Observatorio Astronómico, Meteorológico y Magnético, que fue inaugurado dos años más tarde y sólo funcionó hasta 1883, año en que se ordenó trasladarlo al edificio del ex arzobispado en Tacubaya. ¿Las razones? El regreso del Colegio Militar y la adaptación del edificio como residencia presidencial. A lo largo del mandato del general Porfirio Díaz, el Castillo y el Alcázar alcanzarían su mayor esplendor. Luego lo habitarían varios presidentes emanados de la Revolución Mexicana, hasta que en 1940, el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, lo donó a la nación para convertirlo en el Museo nacional de Historia que se inauguró el 27 de septiembre de 1944. Este magnífico recinto, además de poseer invaluables objetos históricos, también nos permite disfrutar de una hermosa vista, considerada por muchos como la mejor de toda la Ciudad de México.
Es aquí, en el Castillo de Chapultepec, donde en otras épocas he descendido con mi bicicleta como un bólido, donde he imaginado en varias ocasiones la escena donde Juan Escutia al ver la inevitable derrota tomó la bandera nacional y desde una de las torres del castillo se lanzó al vacío, hacia una muerte segura, para evitar que el lábaro patrio cayera en manos del enemigo o donde el presidente Madero era aconsejado por su hermano, que no confiara en Huerta, el traidor. Los bailes de un emperador austriaco odiado por el pueblo. Un dictador como Don Porfirio, que paseaba por este Alcázar con las manos agarradas a su espalda, pensando sobre el futuro de México. Aquí en este mismo lugar, donde he traído ahora a mi hijo a escuchar a la sinfónica del estado interpretando la Obertura 1810 de Tchaikovsky, con sus 21 cañonazos de salva. Y donde ahora escribo estas líneas.
La Ciudad de los palacios
La ciudad de los palacios
Primera parte
Una brisa eleva las cortinas de la habitación. Así es casi todo el año, las mañanas frescas y gradualmente se irá elevando la temperatura hasta que al filo del medio día hará calor. Sobre la mesa de trabajo descansa mi cuaderno de apuntes, el lápiz, el bolígrafo, una cámara digital, el celular y un mapa de la ciudad; boletos del metro y un poco de dinero.
El paseo empieza cuando me bajo en la estación del metro Zócalo de la línea dos del servicio metro. Aquí nos encontramos en el ombligo, no solo del la capital sino de todo el país.
“… Mi ciudad es chinampa en un lago escondido”. Así versa la letra de una canción popular que se refiere a que la Ciudad de México fue edificada sobre una gran laguna que era el valle de México. Aquí se fundó la ciudad de México - Tenochtitlán y fueron los aztecas quienes construyeron un complejo arquitectónico de canales por los cuales se desplazaban en sus chinampas trayendo sus mercaderías los días de tianguis
Según la leyenda, los aztecas vivían en una región llamada Aztlan Chicomóztoc, situada al noroeste de lo que hoy es México; y de este nombre se derivo la palabra azteca. Pero ellos en honor a su dios guerrero Huitzilópoztli o Mexitli decidieron llamarse así mismos mexicas. Y fue Huitzilópoztli quien les ordeno construir una ciudad donde se encontrará un águila devorando una serpiente. Justo donde hoy se encuentra el Zocalo de la capital ahí donde podrás admirar un bello monumento que recuerda el evento histórico. En esa zona que no era tierra firme sino una inmensa laguna, por lo que los aztecas o mexicas se vieron obligados a construir una isla artificial acarreando piedras y tierra. En las crónicas de Fray Bernardo de Shagún relata que en aquel maravilloso México existía un Teocali dedicado a Huitzilópoztli y otra a Tlaloc la deidad del agua. Tambien cuenta que había unos 78 templos, y un conjunto para el sagrado juego de pelota. Las casas de Moctezuma y un zoológico y un Teoclali sagrado al sol rodeado de un muro de serpientes llamado Coatepantli. La ciudad contaba con una traza simétrica que más tarde fuera aprovechada por Cotréz en su conquista y destrucción de la gran Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521. El idioma natural de los aztecas fue el náhuatl, lengua indígena que aun no ha desaparecido del todo.
El Centro Histórico es la parte más antigua de la Ciudad de México y también es la que guarda algunos de los tesoros artísticos más preciados no solo de México sino del mundo. Es una zona de calles que nos invitan a viajar al pasado y recordar sus tiempos de esplendor, tiempos en que las carrozas tiradas por caballos llevaban en su interior a virreyes y altos funcionarios, mientras que comerciantes, frailes y religiosas, artesanos y otros personajes, se abrían paso entre las famosas y bellas calles de la “Ciudad de los Palacios”.
Desafortunadamente la gran Tenochtitlán, quedó sepultada bajo grandes edificios Virreinales e Iglesias y Catedrales. En el Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentran verdaderas joyas de arquitectura como la Catedral Metropolitana; que se construyó a través de tres siglos, por lo que engloba todos los estilos que caracterizaron a cada una de esas centurias, uniendo en un mismo edificio, el estilo renacentista, el neoclásico, pasando por el barroco y el churrigueresco. El lemeieter poer que no peromeiso
No puedes dejar de visitar esta Catedral, ya que ofrece un espectáculo increíble en su interior con todas esas obras de arte sacro. También puedes subir al campanario y admirar en todo su esplendor el zócalo, que es el ombligo de la ciudad. Encontrarás visitas guiadas por personas que te platicaran a detalle los puntos de mayor interés del lugar. A unos pasos de la catedral se encuentran el Palacio Nacional, sede el Poder Ejecutivo de nuestro país, por tanto un lugar emblemático al que puedes tener acceso mostrando una identificación. En este lugar se recibe a mandatarios de todo el mundo, por esto no todas las áreas están accesibles, pero podrás encontrar frescos muy bellos. Las fiestas patrias se celebran el 15 de septiembre a la media noche y es costumbre que el presidente en turno salga al balcón presidencial y convoque al pueblo a recordar a los héroes que nos dieron patria, Hidalgo, Morelos, Doña Josefa Ortiz de Domínguez, Vicente guerrero, etc. En la plaza de la constitución o Zócalo, es un día de verbena, hay fuegos artificiales, juegos mecánicos, puestos de comida, es una noche de libertad incluso para beber en las calles, la gente celebra, conviven en familia; es una noche multicolor como de carnaval. Al día siguiente, 16 de septiembre se realiza el desfile militar de 9am hasta las 2 de la tarde. El desfile se inicia frente a Palacio Nacional y recorre 5 de mayo dobla por paseo de la Reforma hasta llegar a la zona militar del campo Marte, allá por Chapultepec - Te contaré un detalle chusco. Los planos del edificio los hizo, al parecer un arquitecto italiano, a quien a la vez le pidieron desarrollar los planos para una penitenciaria de un país de sud América. Al enviarlos por correo hubo una confusión y los planos del penal llegaron a la Ciudad de México y los del palacio de Gobierno se fueron a Sudamérica, sin que nadie se diera cuenta del error hasta que el arquitecto vino a supervisar el edificio y la obra estaba casi terminada. Algo similar ocurrió con el monumento a Cuauhtémoc, el último emperador azteca, cuya escultura en bronce fue intercambiada por la de un rey Inca y de seguro allá, en el Perú esta la de Cuauhtémoc - al otro lado de la Catedral se encuentra el Ayuntamiento de la Ciudad de México, formado por tres edificios que se encuentran frente al Zócalo de la ciudad o Plaza de la Constitución; la segunda más grande del mundo después de la Plaza Roja de Moscú, conformando uno de los conjuntos arquitectónicos más armoniosos del mundo. Justo por debajo corre la red del Metro y ahí debajo de la plaza está la estación Zócalo una de las más transitadas de la ciudad. Por las noches puedes encontrar en esta plaza conciertos populares gratuitos para todo público con artistas nacionales e internacionales.
Regresando a la historia de esta ciudad, te comentaré que en la primera década del siglo XIX el Barón Alejandro Von Humboldt bautizó a la capital de la entonces Nueva España como la Ciudad de los Palacios. No le faltaba razón para hacer esta afirmación, pues a finales del siglo XVIII la ciudad de México era un conjunto impresionante de obras maestras de arquitectura, tanto de esplendoroso barroco, como de los principios del neoclásico. Hoy en día son pocos los inmuebles que se conservan de aquella época. La incultura, la incomprensión, la falta de sensibilidad para prever el desarrollo urbano y la demolición o reconstrucción en aras del "progreso" se fueron derribando incontables maravillas arquitectónicas. Sin embargo, todavía es posible visitar algunos de aquellos palacios y otros construidos en una época más reciente. Acceder a lo que en otra época fueran residencias de los notables, es un pequeño placer que no debe pasar por alto quien visite la ciudad de México.
Bueno ahora caminemos hacia la zona de la Alameda, en la calle de 5 de mayo, nos encontramos con algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura neoclásica de América, edificios que en sus tiempos de esplendor eran sedes de los emporios mercantiles más importantes de la urbe. Muy cerca de ahí, sobre la Calle de Tacuba nos encontraremos con lugares tan tradicionales como El Café Tacuba; de donde toman su nombre el grupo de músicos mexicanos que se reunían frecuentemente ahí ya que es un agradable restaurante, decorado con un excelente gusto mexicano con mosaicos de Talavera (pintados a mano) y en donde se sirven las delicias de la cocina mexicana como son unas ricas enchiladas potosinas o un pollito con mole. En la misma calle se encuentra la Plaza Tolsá, lugar de gran armonía arquitectónica, con edificios tan importantes como el Museo Nacional de Arte, que es uno de los más bellos del Centro Histórico y el Palacio de Minería, con sus elegantes líneas y su tradicional Feria del Libro, una de las más concurridas de la ciudad que se celebra en el mes de febrero. Casi enfrente de la Plaza Tolsá, a un lado del Palacio de Minería, se encuentran el hermoso Palacio Postal, al que los citadinos conocemos con el sencillo nombre de “edificio de correos”, que es un edificio de indescriptible elegancia y estilo, mismo que nos recuerda algunos de los grandes palacios de Venecia y en cuyo interior nuestra vista se deleita con las magnificas escalinatas y la elegante decoración de los vestíbulos. En calles paralelas a 5 de mayo, cuyo nombre conmemora la batalla de Puebla en la que el general Zaragoza derrotó a los franceses, se encuentran las iglesias ubicadas en la calle de Madero; quien fue el presidente que sucedió al dictador Don Porfirio Díaz quien más tarde fuera traicionado por su general de confianza Victoriano Huerta, quien lo mando matar junto con José María Pino Suarez; que son una veredera joya, como la de San Felipe Neri, pues cuenta con una pinacoteca en la que pinturas de arte sacro te dejaran con el ojo cuadrado. Esta está abierta sólo los sábados de 12 a 2 de la tarde.
Justo frente al edificio de correos, atravesando el Eje Central, nos encontramos con el maravilloso Palacio de Bellas Artes una de las salas de conciertos más hermosas del mundo, con sus impresionantes esculturas y estilo Art Nouveau en el exterior y con la sobria elegancia de su interior Art Déco, que mezcla sus sencillas líneas y formas geométricas con motivos prehispánicos. Aquí se alojan varias exposiciones permanentes de Diego Rivera y del maestro Siqueiros, cuyos murales podrás disfrutar en el interior. La entrad no es gratis pero te aseguro que vale la pena. Aquí se presentan el ballet de Amalia Hernández, conocida por su esplendido montaje de bailes típicos mexicanos de todas las regiones del país, conciertos de música clásica, óperas, cuartetos, presentaciones de libros. En la planta baja hay una buena librería y un restaurante cafetería por si quieres descansar o degustar un buen platillo.
Es frente a este Palacio, desde la hermosa plaza recientemente remodelada con coloridos jardines, desde donde se aprecia uno de los edificios más simbólicos de la ciudad, la Torre Latinoamericana, el primer rascacielos de la ciudad y en su tiempo la construcción más alta de Latinoamérica, que en su cúspide cuenta con un mirador, que en días despejados, permite tener hermosas perspectivas a los cuatro puntos cardinales de la ciudad. Tampoco es gratis pero su costo es mínimo y la vas a pasar muy bien, en el piso 46 hay un acuario y en el siguiente piso esta una pequeña cafetería donde podrás comprar algún suvenir. Ya frente al Palacio de Bellas Artes está la avenida Juárez, ahí encontrarás una de las tiendas más americanas con más tiempo en la ciudad, Sears. Almacén departamental de múltiples artículos como en cualquier parte del mundo. Puedes subir hasta la terraza y si tienes un gusto muy inglés encontrarás una variedad de tés o si prefieres sirven un excelente café.
Ahora, si aún tienes fuerzas y quieres continuar, hemos camida por espacio de unas dos y media a tres horas de recorrido. ¿Quieres seguir? Bien, pues entonces te recomiendo que tomemos las calles aledañas y visitemos el barrio chino, apenas a unas tres cuadras de donde nos encontramos en la calle de Artículo 123 hasta la calle de Victoria donde se encuentran todos los comercios relativos a lámparas, candiles y todo material eléctrico. En el barrio chino encontrarás un sinfín de tiendas con artículos alusivos a su cultura y varios restaurantes con los sabores más exóticos. Como el restaurante Shan – Ghai donde puedes comer en bufet platillos exóticos como el pato laqueado o la sopa de cartílago de tiburón, acompañado de un arroz mixto, o servicio a la carta. También tiene en la planta baja un lunch económico, donde podrás elegir entre más de 20 platillos, como pollo agridulce, el pollo cantones, plato de verduras mixtas, jícama con pollo y cacahuate, ejotes con res, los clásicos tallarines, papa en salsa curri, brócoli con res, camarón enchilado o un delicioso pollo a la naranja.
Olvide que antes de seguir caminando por avenida Juárez, en la calle de Madero esta el restaurante Sanborn´s , este se encuentra en le palacio de los azulejos que es una auténtica belleza que no debes dejar de visitar. Este restaurante que empezó como una botica aquí en este mismo lugar y que servía bebidas y bocadillos mientras los clientes esperaban a que les prepararan sus medicinas. En el salón principal comieron Zapata y Villa, ambos caudillos de la revolución mexicana a principios del siglo pasado.
Sobre avenida Juárez a la mitad de la Alameda central pulmón de esta parte la ciudad y que por cierto no tiene plantado ningún álamo, en la época juarista esta Alameda estaba cerrada solo a las persona de posición y jerarquía. Una alambrada impedía que cualquier persona o pelado se mezclara con la “gente decente”. Fue casualmente doña Carlota esposa de Maximiliano de Habsburgo, nombrado emperador por los republicanos; quien mando derribar la cerca para permitirle el acceso a todo el mundo. En otra época de la ciudad, durante la inquisición fueron quemados injustamente los que se les fueron considerados o señalados como herejes. En la época del Porfiriato, aquí en esta misma alameda se construyó un pabellón Morisco, una belleza de construcción arabesca, ahí se llevaban a cabo conciertos, bailes y hasta se celebraban los sorteo de la lotería. Ahora este pabellón se desmantelo y se le traslado a la vieja colonia de Sta María de la Riviera.
Concluiré este paseo con las siguientes recomendaciones para tu próxima visita al Centro Histórico de la Ciudad de México y que no te puedes perder:
- Caminar entre sus calles y dejarte sorprender por el esplendor de la Ciudad de los Palacios".
- Recorrer el interior del Palacio Nacional visitando sus jardines, murales, patios y salones.
- Entrar a la Catedral más grande de América.
- Acudir a uno de los numerosos eventos culturales, la mayoría de ellos gratuitos que se realizan durante el Festival del Centro Histórico, en la primavera.
- Asistir a un concierto al Palacio de Bellas Artes y observar la sublime belleza de su interior.
- Visitar la Dulcería de Celaya (ubicada sobre 5 de Mayo) y el Café Tacuba y degustar algunas de sus delicias.