jueves, 12 de junio de 2008

El Castillo de Chapultepec


Castillo de Chapultepec

Por Yohai

Desde niño tengo recuerdos placenteros de este lugar. Las visitas escolares, al menos una vez por año, la maestra Susana tratando de controlarnos mientras intenta explicarnos por qué Chapultepec ha sido un siempre un sitio crucial para la historia mexicana. Desde tiempos precolombinos existían en este bosque algunos santuarios y era el lugar de descanso de los Emperadores Aztecas, pueblo para el que tenía además una importancia mágica, pues consideraban que había dos entradas al inframundo; una en la ciudad de Mitla, Oaxaca y otra en una caverna del Cerro de Chapulín o Chapultepec que actualmente se encuentra un poco escondida, pero es posible observarla en el costado sureste del cerro. Los manantiales de la zona abastecían de agua a la populosa Tenochtitlan, capital del Imperio Azteca, durante esos años y posteriormente, en la época virreinal.

¡Haber niños, pongan atención!... recuerdo como si fuera ayer la voz tiplosa de la maestra Susana, que trataba de hacerse escuchar desde su diminuta figura. “El topónimo de Chapultepec, procede del idioma náhuatl chapul –saltamontes– y tepe (tl) –cerro o montaña–: en el cerro del chapulín. Así surgió mi gusto por la historia y en especial la de Chapultepec, esta explicación me quedó grabada de por vida, el trabajo que entregué en la escuela decía: “Este cerro tiene una formación geológica muy antigua, de origen volcánico, que sirvió de asentamiento a numerosos pueblos, desde los teotihuacanos hasta los mexicas. Estos últimos, según su historia de la peregrinación, después de salvar numerosos episodios contra los señores de Azcapotzalco, lograron fundar la ciudad de Tenochtitlán en el año 2 casa (1325 d. C.)”

Durante el reinado de Moctezuma I (1440-1469 d.C.) se mandó construir el acueducto para conducir el agua desde Chapultepec hasta México-Tenochtitlán. El responsable de la gigantesca obra hidráulica fue Netzahualcóyotl, señor de Texcoco, quien al no cobrar por su trabajo, obtuvo como premio el permiso de habitar en Chapultepec. Las crónicas nos informan que a él se debieron la siembra y el cuidado de los más viejos ahuehuetes. Chapultepec se transformó en un lugar sagrado donde reinaban Tláloc y Chalchicuahtlicue, ambos dioses del agua, el primero del agua de lluvia y la última del agua que corre por los ríos, tomando la forma de una serpiente con hermosas plumas de quetzal.

Con la llegada de Hernán Cortés a México, se dispuso la tala de los árboles cercanos a los manantiales para que no contaminaran con sus hojas el agua de las albercas, que eran los baños privados de los Emperadores Aztecas. Con estas medidas el bosque comenzó a perder porciones de su espeso follaje.


Desde la época más remota hasta nuestros días, la arquitectura ha prosperado siempre en estrecha relación con el poder político y económico. Bastarían sólo algunos ejemplos para percatarse de que podemos descubrir a través de los edificios, una historia del poder en las diversas sociedades humanas.


Durante el periodo virreinal, el bosque de Chapultepec fue apreciado como un lugar de descanso y esparcimiento, para lo cual,
en 1780 el Conde de Gálvez como virrey de la Nueva España inició la construcción de una residencia en la base del cerro de Chapultepec, justo sobre los cimientos de lo que fuera residencia de Moctezuma II Xocoyotzin. El palacio dio albergue a numerosos virreyes y visitantes distinguidos. Sin embargo, la explosión de un polvorín causó serios destrozos en el edificio y llevó a tomar la decisión de que el nuevo palacio se construyera en la cima del cerro, justo en el lugar que ocupaba una antigua ermita dedicada al arcángel Miguel. Los trabajos se iniciaron el 16 de agosto de 1785, cuando gobernaba la Nueva España el virrey Bernardo de Gálvez.

A pesar de que la construcción marchaba con rapidez, el proyecto contaba con varios enemigos que le acusaban de construir una gran fortaleza para desde ahí desconocer al gobierno de España. Así La Corona española ordenó suspender los trabajos y subastar la obra. Afortunadamente no hubo quien se interesara por el edificio. En 1792 el virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla, segundo conde de Revillagigedo, lo destinó para Archivo General del Reino de la Nueva España. Más tarde Alexander von Humboldt llegó a la capital de la Nueva España en 1803 y visitó, entre otros sitios, el cerro y el Alcázar de Chapultepec. En su libro titulado Ensayo político del Reino de la Nueva España condenó el vandalismo de los ministros de la Real Hacienda, que en nombre de la economía empezaron a vender en subasta los vidrios, las puertas y las ventanas del edificio. Finalmente el Ayuntamiento de la Ciudad de México lo adquirió en 1806, gracias a lo cual bosque y palacio se salvaron, el edificio estuvo abandonado y así continuó hasta 1833, año en el que se decretó que fuera sede del Colegio Militar. Fue hasta entonces que se le comenzó a conocer como “Castillo”, aunque no fue sino hasta 1844, tras hacerle varias adaptaciones y erigir en la parte más alta del cerro el “Caballero Alto” o “Torreón”, que el edificio comenzó a funcionar como Colegio.

Durante la invasión estadounidense de 1847, fue uno de los últimos baluartes que resistieron en la Ciudad de México. Fue en el mes de septiembre, durante los días 12 y 13, que el Castillo fue bombardeado por el ejército estadounidense, causándole serios destrozos. Los invasores arriban a Chapultepec, la plaza fue defendida por el Batallón de San Blas, al mando del General Bravo, el Coronel Xicoténcatl y cadetes del Colegio Militar. Estos últimos murieron después de la intensa resistencia presentada el 13 de septiembre de 1847. Por último, los defensores de las garitas no pudieron evitar que los americanos se apoderaran de la capital al día siguiente.

Como resultado de esta guerra, a las pérdidas humanas, México hubo de sumar el quebranto de más de la mitad de su territorio: Texas, Arizona, Nuevo México y la Alta California. En el bosque de Chapultepec de la ciudad de México se encuentra el monumento que inmortaliza a los Niños Héroes, quienes ofrendaron sus vidas defendiendo al país en contra la invasión norteamericana.

Habrían de pasar más de 20 años para que el edificio lograra funcionar permanentemente como centro de enseñanza castrense. Durante el gobierno del presidente Miguel Miramón (1859-1860), quien fue ex alumno del Colegio Militar y sobreviviente de la batalla de Chapultepec durante la intervención norteamericana, se construyeron algunos cuartos en el segundo piso del Alcázar. No obstante, esa sección adquirió su fisonomía actual a partir de 1864, cuando Maximiliano y Carlota llegaron a gobernar el país y decidieron establecer allí su residencia imperial cautivados por las hermosas vistas del Valle de México que se aprecian desde el lugar, así embelleció el castillo con la adición de jardines y una sofisticada decoración interior, además comunicó el Castillo de Chapultepec con el Centro Histórico, mediante la construcción de un boulevard al estilo de los construidos en París, el actualmente famoso Paseo de la Reforma.

Para lograr su propósito convocaron a varios arquitectos austriacos, franceses, belgas y mexicanos, como Julius Hofmann, E. Suban, Carl Kaiser, Carlos Schaffer, Eleuterio Méndez y Ramón Rodríguez Arangoity. Ellos realizaron numerosos proyectos arquitectónicos con el fin de hacer habitable ese hermoso espacio.

El jardín aéreo estuvo a cargo del botánico de origen austriaco Wilhelm Knechtel aunque, según Carlota, “se debió más a la mano de Max”. En tanto las obras avanzaban con rapidez, comenzaban a llegar de Europa muebles, pianos, tibores, vajillas de porcelana y de plata Christofle, óleos con los retratos de la pareja imperial, tapices, relojes de mesa, mantelería, cristalería, en fin, todo lo necesario para hacer del Alcázar un verdadero palacio. A la caída del imperio en 1867, el edificio quedó en el abandono hasta 1872.

Casi 10 años después (1876) se decretó establecer en Chapultepec el Observatorio Astronómico, Meteorológico y Magnético, que fue inaugurado dos años más tarde y sólo funcionó hasta 1883, año en que se ordenó trasladarlo al edificio del ex arzobispado en Tacubaya. ¿Las razones? El regreso del Colegio Militar y la adaptación del edificio como residencia presidencial. A lo largo del mandato del general Porfirio Díaz, el Castillo y el Alcázar alcanzarían su mayor esplendor. Luego lo habitarían varios presidentes emanados de la Revolución Mexicana, hasta que en 1940, el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, lo donó a la nación para convertirlo en el Museo nacional de Historia que se inauguró el 27 de septiembre de 1944.
Este magnífico recinto, además de poseer invaluables objetos históricos, también nos permite disfrutar de una hermosa vista, considerada por muchos como la mejor de toda la Ciudad de México.

Es aquí, en el Castillo de Chapultepec, donde en otras épocas he descendido con mi bicicleta como un bólido, donde he imaginado en varias ocasiones la escena donde Juan Escutia al ver la inevitable derrota tomó la bandera nacional y desde una de las torres del castillo se lanzó al vacío, hacia una muerte segura, para evitar que el lábaro patrio cayera en manos del enemigo o donde el presidente Madero era aconsejado por su hermano, que no confiara en Huerta, el traidor. Los bailes de un emperador austriaco odiado por el pueblo. Un dictador como Don Porfirio, que paseaba por este Alcázar con las manos agarradas a su espalda, pensando sobre el futuro de México. Aquí en este mismo lugar, donde he traído ahora a mi hijo a escuchar a la sinfónica del estado interpretando la Obertura 1810 de Tchaikovsky, con sus 21 cañonazos de salva. Y donde ahora escribo estas líneas.


La Ciudad de los palacios


La ciudad de los palacios

Primera parte

Una brisa eleva las cortinas de la habitación. Así es casi todo el año, las mañanas frescas y gradualmente se irá elevando la temperatura hasta que al filo del medio día hará calor. Sobre la mesa de trabajo descansa mi cuaderno de apuntes, el lápiz, el bolígrafo, una cámara digital, el celular y un mapa de la ciudad; boletos del metro y un poco de dinero.

El paseo empieza cuando me bajo en la estación del metro Zócalo de la línea dos del servicio metro. Aquí nos encontramos en el ombligo, no solo del la capital sino de todo el país.

“… Mi ciudad es chinampa en un lago escondido”. Así versa la letra de una canción popular que se refiere a que la Ciudad de México fue edificada sobre una gran laguna que era el valle de México. Aquí se fundó la ciudad de México - Tenochtitlán y fueron los aztecas quienes construyeron un complejo arquitectónico de canales por los cuales se desplazaban en sus chinampas trayendo sus mercaderías los días de tianguis

Según la leyenda, los aztecas vivían en una región llamada Aztlan Chicomóztoc, situada al noroeste de lo que hoy es México; y de este nombre se derivo la palabra azteca. Pero ellos en honor a su dios guerrero Huitzilópoztli o Mexitli decidieron llamarse así mismos mexicas. Y fue Huitzilópoztli quien les ordeno construir una ciudad donde se encontrará un águila devorando una serpiente. Justo donde hoy se encuentra el Zocalo de la capital ahí donde podrás admirar un bello monumento que recuerda el evento histórico. En esa zona que no era tierra firme sino una inmensa laguna, por lo que los aztecas o mexicas se vieron obligados a construir una isla artificial acarreando piedras y tierra. En las crónicas de Fray Bernardo de Shagún relata que en aquel maravilloso México existía un Teocali dedicado a Huitzilópoztli y otra a Tlaloc la deidad del agua. Tambien cuenta que había unos 78 templos, y un conjunto para el sagrado juego de pelota. Las casas de Moctezuma y un zoológico y un Teoclali sagrado al sol rodeado de un muro de serpientes llamado Coatepantli. La ciudad contaba con una traza simétrica que más tarde fuera aprovechada por Cotréz en su conquista y destrucción de la gran Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521. El idioma natural de los aztecas fue el náhuatl, lengua indígena que aun no ha desaparecido del todo.

El Centro Histórico es la parte más antigua de la Ciudad de México y también es la que guarda algunos de los tesoros artísticos más preciados no solo de México sino del mundo. Es una zona de calles que nos invitan a viajar al pasado y recordar sus tiempos de esplendor, tiempos en que las carrozas tiradas por caballos llevaban en su interior a virreyes y altos funcionarios, mientras que comerciantes, frailes y religiosas, artesanos y otros personajes, se abrían paso entre las famosas y bellas calles de la “Ciudad de los Palacios”.

Desafortunadamente la gran Tenochtitlán, quedó sepultada bajo grandes edificios Virreinales e Iglesias y Catedrales. En el Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentran verdaderas joyas de arquitectura como la Catedral Metropolitana; que se construyó a través de tres siglos, por lo que engloba todos los estilos que caracterizaron a cada una de esas centurias, uniendo en un mismo edificio, el estilo renacentista, el neoclásico, pasando por el barroco y el churrigueresco. El lemeieter poer que no peromeiso

No puedes dejar de visitar esta Catedral, ya que ofrece un espectáculo increíble en su interior con todas esas obras de arte sacro. También puedes subir al campanario y admirar en todo su esplendor el zócalo, que es el ombligo de la ciudad. Encontrarás visitas guiadas por personas que te platicaran a detalle los puntos de mayor interés del lugar. A unos pasos de la catedral se encuentran el Palacio Nacional, sede el Poder Ejecutivo de nuestro país, por tanto un lugar emblemático al que puedes tener acceso mostrando una identificación. En este lugar se recibe a mandatarios de todo el mundo, por esto no todas las áreas están accesibles, pero podrás encontrar frescos muy bellos. Las fiestas patrias se celebran el 15 de septiembre a la media noche y es costumbre que el presidente en turno salga al balcón presidencial y convoque al pueblo a recordar a los héroes que nos dieron patria, Hidalgo, Morelos, Doña Josefa Ortiz de Domínguez, Vicente guerrero, etc. En la plaza de la constitución o Zócalo, es un día de verbena, hay fuegos artificiales, juegos mecánicos, puestos de comida, es una noche de libertad incluso para beber en las calles, la gente celebra, conviven en familia; es una noche multicolor como de carnaval. Al día siguiente, 16 de septiembre se realiza el desfile militar de 9am hasta las 2 de la tarde. El desfile se inicia frente a Palacio Nacional y recorre 5 de mayo dobla por paseo de la Reforma hasta llegar a la zona militar del campo Marte, allá por Chapultepec - Te contaré un detalle chusco. Los planos del edificio los hizo, al parecer un arquitecto italiano, a quien a la vez le pidieron desarrollar los planos para una penitenciaria de un país de sud América. Al enviarlos por correo hubo una confusión y los planos del penal llegaron a la Ciudad de México y los del palacio de Gobierno se fueron a Sudamérica, sin que nadie se diera cuenta del error hasta que el arquitecto vino a supervisar el edificio y la obra estaba casi terminada. Algo similar ocurrió con el monumento a Cuauhtémoc, el último emperador azteca, cuya escultura en bronce fue intercambiada por la de un rey Inca y de seguro allá, en el Perú esta la de Cuauhtémoc - al otro lado de la Catedral se encuentra el Ayuntamiento de la Ciudad de México, formado por tres edificios que se encuentran frente al Zócalo de la ciudad o Plaza de la Constitución; la segunda más grande del mundo después de la Plaza Roja de Moscú, conformando uno de los conjuntos arquitectónicos más armoniosos del mundo. Justo por debajo corre la red del Metro y ahí debajo de la plaza está la estación Zócalo una de las más transitadas de la ciudad. Por las noches puedes encontrar en esta plaza conciertos populares gratuitos para todo público con artistas nacionales e internacionales.

Regresando a la historia de esta ciudad, te comentaré que en la primera década del siglo XIX el Barón Alejandro Von Humboldt bautizó a la capital de la entonces Nueva España como la Ciudad de los Palacios. No le faltaba razón para hacer esta afirmación, pues a finales del siglo XVIII la ciudad de México era un conjunto impresionante de obras maestras de arquitectura, tanto de esplendoroso barroco, como de los principios del neoclásico. Hoy en día son pocos los inmuebles que se conservan de aquella época. La incultura, la incomprensión, la falta de sensibilidad para prever el desarrollo urbano y la demolición o reconstrucción en aras del "progreso" se fueron derribando incontables maravillas arquitectónicas. Sin embargo, todavía es posible visitar algunos de aquellos palacios y otros construidos en una época más reciente. Acceder a lo que en otra época fueran residencias de los notables, es un pequeño placer que no debe pasar por alto quien visite la ciudad de México.

Bueno ahora caminemos hacia la zona de la Alameda, en la calle de 5 de mayo, nos encontramos con algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura neoclásica de América, edificios que en sus tiempos de esplendor eran sedes de los emporios mercantiles más importantes de la urbe. Muy cerca de ahí, sobre la Calle de Tacuba nos encontraremos con lugares tan tradicionales como El Café Tacuba; de donde toman su nombre el grupo de músicos mexicanos que se reunían frecuentemente ahí ya que es un agradable restaurante, decorado con un excelente gusto mexicano con mosaicos de Talavera (pintados a mano) y en donde se sirven las delicias de la cocina mexicana como son unas ricas enchiladas potosinas o un pollito con mole. En la misma calle se encuentra la Plaza Tolsá, lugar de gran armonía arquitectónica, con edificios tan importantes como el Museo Nacional de Arte, que es uno de los más bellos del Centro Histórico y el Palacio de Minería, con sus elegantes líneas y su tradicional Feria del Libro, una de las más concurridas de la ciudad que se celebra en el mes de febrero. Casi enfrente de la Plaza Tolsá, a un lado del Palacio de Minería, se encuentran el hermoso Palacio Postal, al que los citadinos conocemos con el sencillo nombre de “edificio de correos”, que es un edificio de indescriptible elegancia y estilo, mismo que nos recuerda algunos de los grandes palacios de Venecia y en cuyo interior nuestra vista se deleita con las magnificas escalinatas y la elegante decoración de los vestíbulos. En calles paralelas a 5 de mayo, cuyo nombre conmemora la batalla de Puebla en la que el general Zaragoza derrotó a los franceses, se encuentran las iglesias ubicadas en la calle de Madero; quien fue el presidente que sucedió al dictador Don Porfirio Díaz quien más tarde fuera traicionado por su general de confianza Victoriano Huerta, quien lo mando matar junto con José María Pino Suarez; que son una veredera joya, como la de San Felipe Neri, pues cuenta con una pinacoteca en la que pinturas de arte sacro te dejaran con el ojo cuadrado. Esta está abierta sólo los sábados de 12 a 2 de la tarde.

Justo frente al edificio de correos, atravesando el Eje Central, nos encontramos con el maravilloso Palacio de Bellas Artes una de las salas de conciertos más hermosas del mundo, con sus impresionantes esculturas y estilo Art Nouveau en el exterior y con la sobria elegancia de su interior Art Déco, que mezcla sus sencillas líneas y formas geométricas con motivos prehispánicos. Aquí se alojan varias exposiciones permanentes de Diego Rivera y del maestro Siqueiros, cuyos murales podrás disfrutar en el interior. La entrad no es gratis pero te aseguro que vale la pena. Aquí se presentan el ballet de Amalia Hernández, conocida por su esplendido montaje de bailes típicos mexicanos de todas las regiones del país, conciertos de música clásica, óperas, cuartetos, presentaciones de libros. En la planta baja hay una buena librería y un restaurante cafetería por si quieres descansar o degustar un buen platillo.

Es frente a este Palacio, desde la hermosa plaza recientemente remodelada con coloridos jardines, desde donde se aprecia uno de los edificios más simbólicos de la ciudad, la Torre Latinoamericana, el primer rascacielos de la ciudad y en su tiempo la construcción más alta de Latinoamérica, que en su cúspide cuenta con un mirador, que en días despejados, permite tener hermosas perspectivas a los cuatro puntos cardinales de la ciudad. Tampoco es gratis pero su costo es mínimo y la vas a pasar muy bien, en el piso 46 hay un acuario y en el siguiente piso esta una pequeña cafetería donde podrás comprar algún suvenir. Ya frente al Palacio de Bellas Artes está la avenida Juárez, ahí encontrarás una de las tiendas más americanas con más tiempo en la ciudad, Sears. Almacén departamental de múltiples artículos como en cualquier parte del mundo. Puedes subir hasta la terraza y si tienes un gusto muy inglés encontrarás una variedad de tés o si prefieres sirven un excelente café.

Ahora, si aún tienes fuerzas y quieres continuar, hemos camida por espacio de unas dos y media a tres horas de recorrido. ¿Quieres seguir? Bien, pues entonces te recomiendo que tomemos las calles aledañas y visitemos el barrio chino, apenas a unas tres cuadras de donde nos encontramos en la calle de Artículo 123 hasta la calle de Victoria donde se encuentran todos los comercios relativos a lámparas, candiles y todo material eléctrico. En el barrio chino encontrarás un sinfín de tiendas con artículos alusivos a su cultura y varios restaurantes con los sabores más exóticos. Como el restaurante Shan – Ghai donde puedes comer en bufet platillos exóticos como el pato laqueado o la sopa de cartílago de tiburón, acompañado de un arroz mixto, o servicio a la carta. También tiene en la planta baja un lunch económico, donde podrás elegir entre más de 20 platillos, como pollo agridulce, el pollo cantones, plato de verduras mixtas, jícama con pollo y cacahuate, ejotes con res, los clásicos tallarines, papa en salsa curri, brócoli con res, camarón enchilado o un delicioso pollo a la naranja.

Olvide que antes de seguir caminando por avenida Juárez, en la calle de Madero esta el restaurante Sanborn´s , este se encuentra en le palacio de los azulejos que es una auténtica belleza que no debes dejar de visitar. Este restaurante que empezó como una botica aquí en este mismo lugar y que servía bebidas y bocadillos mientras los clientes esperaban a que les prepararan sus medicinas. En el salón principal comieron Zapata y Villa, ambos caudillos de la revolución mexicana a principios del siglo pasado.

Sobre avenida Juárez a la mitad de la Alameda central pulmón de esta parte la ciudad y que por cierto no tiene plantado ningún álamo, en la época juarista esta Alameda estaba cerrada solo a las persona de posición y jerarquía. Una alambrada impedía que cualquier persona o pelado se mezclara con la “gente decente”. Fue casualmente doña Carlota esposa de Maximiliano de Habsburgo, nombrado emperador por los republicanos; quien mando derribar la cerca para permitirle el acceso a todo el mundo. En otra época de la ciudad, durante la inquisición fueron quemados injustamente los que se les fueron considerados o señalados como herejes. En la época del Porfiriato, aquí en esta misma alameda se construyó un pabellón Morisco, una belleza de construcción arabesca, ahí se llevaban a cabo conciertos, bailes y hasta se celebraban los sorteo de la lotería. Ahora este pabellón se desmantelo y se le traslado a la vieja colonia de Sta María de la Riviera.

Concluiré este paseo con las siguientes recomendaciones para tu próxima visita al Centro Histórico de la Ciudad de México y que no te puedes perder:

  • Caminar entre sus calles y dejarte sorprender por el esplendor de la Ciudad de los Palacios".
  • Recorrer el interior del Palacio Nacional visitando sus jardines, murales, patios y salones.
  • Entrar a la Catedral más grande de América.
  • Acudir a uno de los numerosos eventos culturales, la mayoría de ellos gratuitos que se realizan durante el Festival del Centro Histórico, en la primavera.
  • Asistir a un concierto al Palacio de Bellas Artes y observar la sublime belleza de su interior.
  • Visitar la Dulcería de Celaya (ubicada sobre 5 de Mayo) y el Café Tacuba y degustar algunas de sus delicias.